No hay nadie más

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No hay nadie más

Cuando comunicamos y nos sentimos comunicados, cuando nos sentimos escuchados, acogidos, o cuando acogemos, se produce una chispa, una coincidencia. En ese momento la mente se abre a dar y a recibir, aparentemente en dos personas distintas: la que da y la que recibe. Pero al dar y recibir la mente se unifica. Las aparentes mentes separadas de esas dos personas se unifican. Ahí salta la chispa y en ese momento la mente es una. Y nos damos cuenta de esta plena coincidencia. Hemos conectado.

            Esto puede producir una sonrisa, o incluso la risa. La risa también viene de esa comprensión compartida. La chispa produce alegría, energía. El cuerpo se calienta, la mente se agiliza.

Muchas veces, sin saberlo, buscamos esa unificación, esa unidad que se produce cuando nos sentimos comunicados y, de repente, somos de una sola mente. La base de ese encuentro con el otro es que dejamos de sentirnos separados. En ese momento brillamos, y no brillamos solos, brillamos con el otro.

En ese momento de coincidencia, chispa y reconocimiento, somos. De repente el brillo de esa chispa nos ofrece identidad, dimensión, ser. Nos recuerda el ser. Nos recuerda que somos y, ahora, además, existimos.

Ya somos, no podríamos no ser, pero no solemos acordarnos… Estamos tan enfocados en la existencia que nos olvidamos de ser. Es curioso que la conexión refuerce nuestro sentido de ser. Somos con el otro. Y además, si tenemos suerte, no hay otro.

            Alguien dijo que toda sanación es comunicación. Sanamos cuando superamos la separación. Buscamos superar la separación porque el amor es nuestro ser, nuestro origen, nuestro medio natural. Como dice el Upanishad, la existencia de otro separado es la base del miedo.

Algo en nuestro inconsciente sabe que somos uno y busca la unificación. Ese algo es posiblemente la capa más profunda de nosotros, y solo podemos llegar a ella desnudándonos de todo lo superficial. Nuestro inconsciente busca la unificación porque recuerda el descanso de no estar separado.

En realidad, en el encuentro nos reconocemos. Es lo único que podemos hacer. La dualidad yo/otro se disuelve por un instante. Ahí fuera no hay nadie. Soy yo con otra ropa, en otro cuerpo, con otras ideas, con otra biografía, con otra identidad humana y circunstancias, pero solo estoy yo en este mundo y en cualquier mundo. No hay nadie más.  M

Miguel Iribarren

Foto Astrid Bennett

Miguel Iribarren Berrade