La Unidad

La unidad

La unidad es una medida de la virtud. Lo que es uno es simple y directo. Es fácil de entender y es natural. Es anterior a la tensión.

Siempre buscamos, consciente o inconscientemente, la unificación. Unificarnos por dentro, unificarnos con nosotros mismos, unificarnos con otro, unificarnos con el mundo. ¿Que es el crecimiento personal sino una integración de instintos, impulsos, deseos, intenciones y apetitos diversos bajo un único centro de gestión? Esto es una personalidad integrada, que exhibe coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace.

¿Qué es la pareja, qué es el matrimonio, sino un experimento en comunicación, en compartir, en unificarse, en definitiva, en aportar a la unidad y en sentir la unidad? Entrega compartida. Dar. En el fruto de esa comunidad unida hallamos armonía, sosiego, alegría.

            Un grupo funciona bien cuando todos los miembros van “a la una”, porque un grupo siempre busca lo que le une: vibración común, contenido compartido. Un pueblo tiene una lengua que lo unifica, ayudándole a comunicar. ¿Qué es el espíritu de un país sino unificación…?

            La unidad vence la identidad separada y nos fija en aquello que es común y compartido. Vencer la identidad separada, estar en unión común, en comunión, es la marca de la paz, de la satisfacción. Es la extensión del yo para hallar el yo en el otro. Un único yo. Superar la separación es “ser con”, un instinto muy profundo, más allá de la simple necesidad de pertenencia.

            Estamos programados para ser individuos, para individuarnos, destacar y llegar a ser el héroe que consigue algo nuevo y desconocido, pero el ciclo del héroe no se completa hasta que comparte el producto de su investigación y lo entrega al bien común.

            El pulso de la unidad y de la unificación marca el pulso del devenir de los procesos, de la resolución de las tensiones, del encuentro del equilibrio. El pulso de la unidad es el pulso de la Vida una.

Texto Miguel Iribarren

Foto Astrid Bennett